martes, 19 de febrero de 2013
Mi estilo maduro cargado de experiencia
Cuánto más complicada es mi vida más disfruto de los pequeños momentos de felicidad que me llegan. No me puedo quejar de la cantidad, podría..., pero no debo, la calidad es tanta que me conformo. Yo también sueño con..., me río pensando en... y disfruto. Disfruto mucho. Debo decir que me siento feliz, pero también que unos segundos de mi felicidad me cuestan muchas horas de esfuerzo, tesón, llanto y lucha.
Pero así debe ser.
Los momentos en los que mis ojos se empañan de felicidad, se quedan grabados en mi piel para ayudarme en esos momentos en los que se empañan de tristeza. La pena es que estos momentos se quedan grabados en el corazón y su pálpito provoca quedarse sin aliento en muchas ocasiones.
Cómo arañan, cómo sangran las líneas rojas que provocan una herida abierta en canal. Y cuánto trabajo cuesta cerrarla. Y qué extraño es que se cierre. Permanece zurcida hasta que, de nuevo, el hilo cede y deshace, lo que, con mucho cuidado, trabajo y delicadeza, he logrado tejer.
De lo que no me he dado cuenta hasta ahora, es que el hilo se ha engrosado para convertirse en una fuerza mayor, capaz de soportar, cada vez, más daño y la consecuencia es la frialdad con la que soy capaz de enfrentarme a según qué situaciones. Por supuesto que no me he convertido en un superhéroe pero casi. Soy capaz de sentir dolor sin que me duela. Sin embargo lo que más miedo me da es si mi felicidad también es un simple espejismo de mi frialdad.
Me preocupan mis sentimientos, parecen inexistentes, sin embargo mi lucha día a día, mis ganas de que todo lo que provoca en mí una inquietud excesiva, se termine, mi búsqueda de la felicidad de mis hijos... me hacen pensar que mi corazón aún vive y sus ansias por no renunciar, afloran cada segundo, cada milésima de esos momentos, de los buenos y de los que no son tan felices.
A mis cuarenta años debo sincerarme y pensar que los últimos 5 han sido la escuela de mi vida y no los 20 que empleé en formarme. Las situaciones en las que me ha puesto esa, mi vida, a veces han sido muy amargas, quizá demasiado o así lo siento yo. Pero qué razón tienen los que dicen que de todo se aprende, aunque no interiorizan demasiado sobre cómo influye ese aprendizaje en los actos siguientes y, a veces, la prueba es complicada. La ventaja es que es pensada, mucho más meditada, pero sobre todo, ya soy capaz de enfrentarte a las consecuencias con seguridad, convencida y con un estilo maduro cargado de experiencia.
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