miércoles, 27 de agosto de 2014

Gotas de vida


Cuando ya no queda ninguna, sabes que puedes vivir tranquila.
Que los problemas dejaron de serlo para convertirse en una enseñanza vital.
Cuando ya no queda ninguna, actúas con una frialdad propia de alguien que está por encima.
Cuando ya no queda ninguna, te tachan de no tener corazón, de egoísmo cruel, de salvaje...
Sin ninguna, ya no eres la que eras...
Cuando ya no queda ninguna, eres capaz de asimilar cualquier cosa sin sentir, sin mover un solo músculo de tu experimentado cuerpo. Solo tu eres capaz de saber cómo te encuentras, cómo te afecta, el modo de encajarlo, procesarlo y archivarlo.
Cuando ya no queda ninguna, solo tu eres capaz de liberar las que solo tu comprendes, las que afloran cuando la luz está apagada, las que nadie te ve y las que te acompañan en la soledad deseada. Las que consiguen esa fuerza capaz de afirmar que no queda ninguna delante de esos seres mezquinos, hipócritas, mentirosos y egoístas que en algún momento fueron parte de una mendacidad.
Ahora lo conseguí, ahora no tengo ninguna y aflora una nueva felicidad compartida con nuevos aires, nuevos guiños y nuevas risas que ayudan a seguir y descubrir una nueva vida.
Cuando ya no queden lágrimas, esas lágrimas que provoca el dolor, la decepción y la incomprensión, entonces, estarás preparada para convertirte de nuevo en ti.