lunes, 16 de abril de 2012
Recuerdos, cuál si y cuál no
Cuando la infancia crece deja atrás recuerdos importantes. Fueron los protagonistas de esa madurez. Permanecen. Al principio algo velados por lo nuevo para luego reaparecer con la melancolía propia de haber caído en el olvido durante un momento.
Guardamos los que nos hacen reír, llorar, aquellos con los que aprendimos lo que no estaba bien y los que nos dieron unos momentos inolvidables pensando en que no habría otros.
Y están aquellos que con una sola respiración dejan de tener sentido. Son los recuerdos a los que nos aferramos y que no nos provocan nada, pero no nos damos cuenta. No nos hacen mejores, no alimentan nuestras vidas, no sonreímos con ellos, no lloramos, no crecemos... No los guarda el corazón, los guarda la rutina de aquel día. Les otorgamos una exclusividad que no se merecen. Es suficiente una palabra para olvidarlos.
Estos recuerdos no tienen piel, desaparecen con el cambio. Son recuerdos en la retina, superficiales, llenos de mentiras. Qué fácil es sustituirlos... Estamos cargados de ellos ocupando un espacio que debería estar libre para los que sí sean de verdad. No podemos completarnos con falsos recuerdos. Nuestra persona necesita de verdad, de sentimientos... y los mal llamados recuerdos, perjudican, a veces, nuestra estabilidad.
En ocasiones nos basta con estar a solas y pensarlos, otras se encarga el mismo recuerdo y a veces es la persona que lo lanzó la que esconde la mano en el momento del tiro.
Es importante para estar bien que estos seudo-recuerdos no ocupen nuestro tiempo ni espacio y menos nuestro pensamiento, pueden solapar los importantes, los que sí tienen piel y sangre. Esos que, sin darnos cuenta, hacen que resbale una lágrima o se nos escape una sonrisa...
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Cada uno de los recuerdos que nos cubren el alma, la piel y lo indiferente forman nuestra vida... y aunque suene duro...como dice Rosan "suelo tirar la basura para ir reciclando".
ResponderEliminarUn beso. Tq. ;-)