martes, 22 de noviembre de 2011
Una casualidad que apuñala
A veces las casualidades hacen reír, otras llorar y otras se clavan tan dentro que te apuñalan.
Domingo, siete de la tarde, me toca votar. Colegio electoral, una pesadilla. Y eso que me iba preparando para el momento. Nada que ver con política.
Sí con sentimientos, con los mios, con los que cada mañana me iluminan el día.
No, dije. Este no será el cole de ellos, aunque me tenga que prostituir. No merecen algo similar. Una educación, cuanto menos extraña, de la que la directora sabía menos que yo. Lágrimas en la entrevista, lágrimas en el corazón. ¿Por qué? Dejé de querer, no hice más.
Ellos no pagarían una decisión de los adultos.
No levanté la mirada, intuí dónde estaba mi mesa electoral, poco más que tiré mi voto y escapé de allí. Salí de la puerta del colegio, solo me acompañaba la lluvia. Menos mal que hacía ese día, no pegaba otro. Mi cabeza agachada, como toda yo. Un sufrimiento casi gratuito, pero duro, muy fuerte, muy de dentro.
Quizá vuelva dentro de cuatro años, quizá no...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar